La máquina de escribir

Sobrevive como una insignia tan antigua y romántica como la pluma fuente, distintiva de los miembros de un gremio al que no son ajenos los telegrafistas (también en proceso de extinción, como los escritores), las secretarias, los reporteros y los "evangelistas" de la plaza de Santo Domingo. Como la pluma de ganso o el canutero, la máquina de escribir suele asociarse con el placer y el trabajo que comporta el oficio de escritor.

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Friday, January 13, 2006

Egoteca

Federico Campbell nació en Tijuana, Baja California, el 1 de julio de 1941.
Estudió derecho y filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México e hizo un diplomado de periodismo en Macalester College, de Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, en 1967.
En 1969 fue corresponsal en Washington de la Agencia Mexicana de Noticias.
Entre 1977 y 1988 estudió en la escuela de periodismo Julio Scherer García y trabajó como reportero en el semanario Proceso.
Su más reciente novela, La clave Morse, fue publicada por la editorial Alfaguara.
Su antología de textos críticos sobre Juan Rulfo, La ficción de la memoria, apareció en 2003 bajo el sello de la editorial Era.
En el año 2000 ganó el Premio de Narrativa Colima, otorgado por el INBA y la Universidad de Colima, por su novela Transpeninsular.
En 1977 fundó la editorial La Máquina de Escribir.
En 1994 participó del Sistema Nacional de Creadores y en 1995 obtuvo la beca J. S. Guggenheim.
Ha traducido teatro de Harold Pinter, David Mamet y Leonardo Sciascia.
Escribe en la revista Milenio y en diarios del noroeste de México una columna semanal, más literaria que política: La hora del lobo.



Obra publicada
Novela:
Todo lo de las focas, Ed. Joaquín Mortiz, 1983, dentro del volumen Tijuanenses.
Pretexta o el cronista enmascarado. Fondo de Cultura Económica, 1979.
Transpeninsular. Joaquín Mortiz, 2000.
La clave Morse. Alfaguara, 2001.

Cuento:
Tijuanenses. Alfaguara, 1997. Tijuana. Stories on the border. The University of California Press, Berkeley. Traducción de Debra Castillo. Contiene Todo lo de las focas y cinco cuentos, entre ellos “Los Brothers”.

Antología:
El imperio del adiós. Aldus y CNCA, 2002. Antología de su prosa (cuentos y novelas).
La ficción de la memoria. Juan Rulfo ante la crítica. Era, 2003.

Ensayo:
La memoria de Sciascia. Fondo de Cultura Económica, 1989.
Post scriptum triste. Ediciones del Equilibrista, 1994.
La invención del poder. Aguilar, 1994.
Máscara negra. Joaquín Mortiz, 1995.

Entrevista:
La máquina de escribir [entrevistas con FC] por Hernán Becerra Pino. Ediciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Cecut, Tijuana, 1997.

* * *

La clave Morse
El hijo cuenta la historia de su padre, un viejo telegrafista. Treinta años después de la muerte de los padres, los tres hijos se ponen a hablar de ellos y descubren que cada uno tuvo una percepción distinta de cada uno. Más que la historia de un oficio en extinción, el de telegrafista, La clave Morse establece el escenario que la memoria reconstruye o inventa desde el juicio implacable de los hijos. Las mismas experiencias —nunca comentadas porque las vivieron juntos— resultan a la vuelta de los años distintas para cada quien: la invención del padre en cada una de las fantasías filiales.


Transpeninsular
El tema es la búsqueda del escritor perdido. Se trata de un trayecto por la península de Baja California y, por el pasado amoroso del narrador personaje, se va dando una superposición de geografías, la de las penínsulas de Baja California y de Italia. Es la historia de Fernando Jordán, un antropólogo y periodista que en los años 50 “descubre” las pinturas rupestres de Baja California y muere en 1956 en La Paz, a los 36 años, aparentemente por suicidio o asesinado.





Todo lo de las focas
Es una novela que sucede en la Tijuana adolescente del narrador personaje, una Tijuana de la memoria, hacia los años 50. El tono es beckettiano y melancólico. Gran parte de las escenas transcurren en una atmósfera enrarecida, delirante, esquizoide. El adolescente se enamora de una mujer norteamericana que llega al aeropuerto de Tijuana en una avioneta amarilla, y que finalmente concentra a todas las mujeres en la vida del narrador: la madre, las hermanas, la primera novia, la mujer. Seres sin definición precisa, intermedios, a medias, anfibios y aéreos, los protagonistas asumen la dilatación del tiempo y el purgatorio de su personalidad fronteriza.
Esta novela fue traducida al inglés dentro del volumen Tijuana. Stories on the border, por The University of California Press, Berkeley. Traducción de Debra Castillo.


Pretexta o el cronista enmascarado
Es la historia de un periodista, Bruno Medina, a quien una oficina del gobierno le encarga la falsa biografía, un libelo, del profesor Álvaro Ocaranza, con el fin de deturparlo. La novela recoge el ambiente de persecución política que se dio en México y otros países de América Latina a finales de los años 60. El drama se exacerba cuando el escritor fantasma, autor del libro anónino, siente que su relación con el profesor Ocaranza se trastoca en una identificación que descompone todo su ser y la vive como una traición al padre. Está también allí el tema de las relaciones entre la prensa y el poder.
Toda la patraña se vuelve para Bruno un problema de identidades, pirandelliano, una traición al simbólico padre y un vituperio del maestro, una forma de autodestrucción vital y literaria, una impotencia para vivir la vida con coraje, entusiasmo, pasión y riesgo. Su sexualidad, su soledad sexual, se desquicia, inútil y empantanada en una angustia onanista. Para su mayor desgracia, toma forma en su imaginación paranoica la posibilidad de que a la postre se le investigue por medio de un método lingüístico de estiloestadística. Conoce el terror cuando descubre que ese método (de policía literaria) en efecto existe y será su aniquilación moral, mental, irreversible, al poner en evidencia el proyecto que nunca había sospechado: el libelo de su propia vida.


La memoria de Sciascia
Es un análisis ameno e introductorio de todas las obras del escritor siciliano Leonardo Sciascia. Se trata de una reflexión sobre la mafia, la sicilianidad, la hispanidad, y las cosas que tenemos en común españoles, mexicanos y sicilianos: el Santo Oficio de la Inquisición, por ejemplo. Versa asimismo sobre la “sicilianización del mundo”, Sicilia como metáfora del mundo actual, y la desaparición del Estado. Contiene además una crónica de viaje por Sicilia y una entrevista con Sciascia.
Para Claude Ambroise, el especialista en Sciascia más importante, “la mejor presentación de la obra de Sciascia es un libro en lengua española, escrito por un mexicano (Federico Campbell, La memoria de Sciascia) que, sin pedantería, pero con precisión y pasión, delínea el contenido de la investigación sciasciana. La pertenecia de Campbell al mundo de la hispanidad le permite dar mayor espesor al aspecto español del escritor siciliano: el crítico mexicano reactiva el diálogo Sciascia-Borges e inserta, actualizándolas en un contexto latinoamericano, las reflexiones sobre la Inquisición y la injusticia”. (Leonardo Sciascia. Opere 1984-1989. A cura di Claude Ambroise. Classici Bompiani, Milano, 1991.)


Máscara negra (crimen y poder)
La sospecha de que la novela policiaca no sólo tiene como tema el de la justicia y la legitimidad política, sino también un universo en donde el poder se funde con el crimen, lleva al autor a tejer una meditación sobre el poder policiaco y la inexistencia del Estado. Ensayos sobre novela policiaca y crímenes reales.



Post scriptum triste
Se trata de un diario literario que adopta como modelo el Journal de Jules Renard o el Diario romano de Vitaliano Brancati: un diario en público. Su tema es el de la impotencia literaria: ¿por qué un escritor realizado deja de escribir y opta por el silencio? Hay una melancolía posterior al acto de concluir una obra, como sugiere el epígrafe del libro: Post coitum omne animal triste.
La invención del poder
Puede entenderse la invención del poder en el sentido en que se dice “el invento del paraguas”, pero también, y sobre todo, como la capacidad que el poder tiene de prefabricación y de inventiva. Es decir, el poder como productor de realidades y ficciones: manos de hierro y tigres de papel, a lo largo de una circularidad no menos teórica que práctica, pues el poder inventa pero al mismo tiempo es inventado.


La máquina de escribir
El volumen, a cargo de Hernán Becerra Pino, antologa veintitrés de las mejores entrevistas que a lo largo de su trabajo literario le han hecho al escritor tijuanense. Entre las obsesiones literarias del entrevistado destacan la aviación, la experiencia del vuelo, la transitoriedad del periodismo, la impotencia literaria, los equívocos de la memoria, el fantasma del padre, la pasión por Italia y la Baja California, la criminalidad del poder y una “Tijuana escrita a mano”.


La ficción de la memoria: Juan Rulfo ante la crítica
Selección y prólogo de Federico Campbell. Antología de cincuenta años de crítica sobre la obra literaria de Juan Rulfo.

Llevo a cabo una ocupación literaria,
como de costumbre, convertido (como
si fuera algo externo: una cosa) en
una máquina de recordar y encontrar
formulaciones adecuadas.

—Peter Handke, Desgracia impeorable








Así como el libro ya no es lo que fue en el pasado (rollos de papiro o de cuero, planchas talladas en bronce, letras grabadas en piedra) y ahora empieza a ser también una pantalla con texto, de ese mismo modo evolutivo la máquina de escribir ha ido desapareciendo para ceder su lugar a la computadora y al procesador de palabras. Sin embargo, como la pluma de ganso o el canutero, suele asociarse con el placer y el trabajo que comporta el oficio de escritor, al menos de manera emblemática.
Inventada por el ingeniero industrial Philo Remington (1816-1889), luego de fabricar fusiles y pistolas, la máquina de escribir sobrevive como una insignia tan antigua y romántica como la pluma fuente, distintiva de los miembros de un gremio al que no son ajenos los telegrafistas (también en proceso de extinción, como los escritores), las secretarias, los reporteros y los “evangelistas” de la Plaza de Santo Domingo que le redactan a uno sus cartas de amor.
Por eso mismo, en 1977, un grupo de escritores decidimos darle ese nombre, La Máquina de Escribir, a una pequeña colección editorial de libros marginales (fuera de comercio) y, también, porque pensábamos en las “máquinas deseantes” de las que habla Gilles Deleuze en El Antiedipo, o en el escritor como una máquina productora de fantasías o de locuras: juegos verbales que buscan nuevos significados y matices para entrever zonas de la realidad que antes no habíamos percibido.
A lo largo de unos quince años me veo dándole vuelta a las mismas obsesiones y tomo nota de no pocos errores o de “ideas” que, de un tiempo a otro, se evaporan en la contradicción. Como la de escribir, la máquina de la memoria sólo refrenda el carácter cambiante y perecedero de nuestra subjetividad.

Los tigres de Herbert

Los Tigres de Borges



Sólo a un escritor de la formación de Julián Herbert (Acapulco, 1971) se le pudo haber ocurrido ponerle a su grupo de rock Los Tigres de Borges.
Residente en Saltillo, el autor del libro de cuentos Soldados muertos, y de los poemas Chili Hardcore, El nombre de esta casa y El cielo es el naipe, disertó sobre el corrido mexicano norteño en el marco de una discusión sobre la violencia y la frontera.
"Así como Homero fundó el poema épico para demostrar que el mar y el vino son del mismo color, los aedas modernos inventaron el corrido norteño para que nosotros tuviéramos un eterno antojo de cerveza."
Después de leer unos versos de "Lamberto Quintero", Juilián Herbert caracteriza al perfecto bato norteño, el anónimo héroe de la norteñidad que transita a 120 kilómetros por hora las carreteras nocturnas de Pitiquito a Mexicali, del Altar al Sásabe, de Parral a Chihuahua, de Durango a Torreón y Matamoros, "uniendo en un sorbo de espuma el territorio más vasto y solitario de México. Sombrero Resistol, troca Cheyenne con las balatas pegadas, estéreo Pioneer comprado chocolate en una aduana fantasma, un Marlboro entre los dientes y una lata de Tecate entre los muslos, pegadita a los huevos".
Se demora en detalle en cada una de las estrofas de "Laurita Garza", una de las obras maestras de la narrativa popular mexicana.

A orillas del río Bravo,
En una hacienda escondida,
Laurita mató a su novio
Porque ya no la quería
Y con otra iba a casarse
Nomás porque las podía.

La trágica historia de Laura Garza, maestra de escuela, se resuelve desde el principio a la manera de los romances históricos o de la nota periodística, pero también como algunas novelas contemporáneas, como Crónica de una muerte anunciada: "Sus virtudes poéticas no radican en la metáfora, sino en la sugerente combinación de detalles narrativos y accidentes verbales", mientras la violencia destaca por su vuelo y se vuelve irónica en los diminutivos de la "muerte cerquita", la "escuadra cortita" y "Laurita" suicidándose.
También el vocalista de Los Tigres de Borges se regocija en "Gerardo González", grabado por Ramón Ayala y sus Bravos del Norte, tanto como en "El federal de Caminos", donde se relata el asesinato del agente Javier Peña. Y es que, escribe Julián Herbert, en su carácter de sagas o sergas, los corridos norteños representan un tejido cultural caótico, pero también meticuloso: "Son como un fuego cruzado, un territorio donde distintos planos de la realidad se mezclan. Un Aleph hecho a balazos." El colmo del heroísmo, la vocación autodestructiva, es dejarse matar a balazos y si es sobre la línea fronteriza, tanto mejor.
Que muy caro le ha sido a Herbert un escritor como Jorge Luis Borges se ve en sus alusiones al argentino, sobre todo cuando el autor de "El otro tigre" y "El oro de los tigres" asevera que los verdaderos héroes de La Ilíada fueron los troyanos "porque hay más dignidad y belleza en la derrota que en la victoria". De manera semejante —dice el joven narrador que también ha publicado en El País, de Madrid, y en el volumen colectivo Puro Border— en la guerra cultural de la frontera "los escuchas del corrido sabemos que nos toca jugar el rol de los troyanos".
Entre las carreteras desérticas y las cantinas que son cuevas, que son antros, que son la plaza del juglar y la reunión alrededor de la hoguera ancestral, hay como una "felicidad casi apache". Si en algo se reconoce una buena cantina, como la Tropiconga de Hermosillo, es que hay aserrín en el piso, "la cerveza se enfría en hielo y la radiola contiene los mejores discos de Los Tigres del Norte, Los Invasores de Nuevo León y Los Cadetes de Linares".
Cuenta Julián Herbert que pasó su infancia en un pueblo de Coahuila: Ciudad Frontera: "Mi familia era pobre, así que a los nueve años tuve que buscar trabajo. Muy pronto lo encontré: cantante de autobús."
Cantaba con su hermano Saíd en los transportes Anáhuac viejos boleros norteños y, por supuesto, corridos. "Cantábamos con voces agudas pero bragadas, porque cuando uno canta corridos de narcos abaleados no puede andarse con mariconerías: hay una savia de valor que los personajes de las historias le contagian a la voz."
De una ranchería a otra, entre un caserío encalado y un kiosko cacarizo de tantos balazos, Julián y Saíd celebraban la vida y la muerte de sus héroes. Una vez, en un transporte para empleados de la siderúrgica, un obrero les dio un billete de cien pesos y les dijo: "Échese el corrido de Laurita Garza". En otra ocasión se agarraron a chingazos con dos güercos que trataron de asaltarlos en el descampado:
"Supongo que ganamos porque, muy en el fondo, sabíamos que el espíritu de algún pistolero peleaba del lado de nosotros."

La imagen del tigre en la poesía de Jorge Luis Borges es recurrente e invoca el advenimiento de la noche: la paulatina invasión de la ceguera. Dice Borges que lo último del mundo o del día que ve el que está quedándose ciego son "las rayas del tigre", unas barras como de celda, los barrotes de hierro de una cárcel.
Se necesita toda una educación literaria, como la de este trovador de Saltillo, para jugar con la resonancia de Los Tigres del Norte y Los Tigres de Borges.

Tuesday, January 10, 2006

El blog es como un diario en público, como el que llevaba Elio Vittorini en algún lugar de Italia en los años 40. También diario en público era el de Vitaliano Brancati, Diario Romano. O el famoso Bloc de Notes de François Mauriac.