La máquina de escribir

Sobrevive como una insignia tan antigua y romántica como la pluma fuente, distintiva de los miembros de un gremio al que no son ajenos los telegrafistas (también en proceso de extinción, como los escritores), las secretarias, los reporteros y los "evangelistas" de la plaza de Santo Domingo. Como la pluma de ganso o el canutero, la máquina de escribir suele asociarse con el placer y el trabajo que comporta el oficio de escritor.

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Sunday, April 02, 2006

Poesía de la experiencia

La literatura es ficción,
la poesía es realidad. No
necesita ser realista
porque es una realidad en
sí misma: se desprende de
nuestro sufrimiento, de nuestro
placer, forma parte de nosotros
como de nuestros sueños.

—Antonio Gamoneda



El lector siempre se pregunta —o se lo pregunta al escritor cuando lo conoce en persona— si una obra es autobiográfica o si al menos en parte reproduce y recrea experiencias personales. Algunos autores lo reconocen y aceptan que su novela, su cuento o su poema, es descaradamente autobiográfica. Por pudor o timidez otros escamotean el tema y niegan que en su trabajo literario asome algún dato de su propia vida.
Se sabe que entre estos últimos se encontraba Juan Rulfo. Decía que nunca había utilizado nada autobiográfico. "No hay páginas ahí [en Pedro Páramo, por ejemplo] que tengan que ver con mi persona ni con mi familia. No utilizo nunca la autobiografía." Sentía que a los personajes tenía que imaginárselos y no, tomados de la realidad, reproducirlos tal cuales.
Sin embargo, si uno como lector se adentra en las recientes biografías que se han escrito sobre el autor jalisciense, si uno llega a conocer en detalle los pormenores de su existencia, no es imposible que encuentre correspondencias entre su trayectoria vital y ciertos momentos clave de su obra. Como si inconscientemente, y de manera transfigurada, el novelista cambiara de lugar algunas imágenes de su memoria. Cuando en su novela Pedro Páramo Rulfo describe el cuerpo sin vida de Miguel Páramo, uno de los hijos del cacique, puede sentirse que evoca la muerte de su propio padre.
Para no pocos críticos la vida personal del autor no es tan importante. Carl G. Jung, por ejemplo, siempre creyó que el artista ha de ser explicado a partir de su arte y no por las insuficiencias de su naturaleza o por sus conflictos personales. A Sigmund Freud, por el contrario, sí le importaba el hecho biográfico del creador porque podía enriquecer mucho mejor al desciframiento de su obra.
Una obra literaria, según Antonio Alatorre, es la concreción lingüística de una emoción, una experiencia, una imaginación, una actitud ante el mundo y los hombres.
Hace poco Miguel Dalmau publicó en Barcelona una biografía: Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta, en la editorial Circe que dirige Silvia Lluis. Es muy reveladora de la vida íntima que tuvo el autor de Las personas del verbo y de su alusión —más o menos velada, simbólica— en sus poemas. Gil de Biedma (1919-1990) se inventó un personaje poético, como el que lleva la voz en Poemas póstumos (1968) y especialmente en "Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma", que obviamente escribió muchos años antes de morir realmente.
Como marcando su concepción de la poesía antepuso estas líneas de Ivor Winters como epígrafe de Moralidades:
"El proceso artístico es una evaluación moral de la experiencia humana, por medio de una técnica que hace posible una evaluación más precisa que ninguna otra. El poeta trata de entender su experiencia en términos racionales, establecer su entendimiento, y simultáneamente establecer, por medio de los sentimientos que atribuimos a las palabras, el tipo y grado de emoción que debe ser motivado por este entendimiento."
La coartada del personaje poético le sirvió para tranquilizar a su familia, pero no es cierto que no fuera él, pues la verdad es que su poesía —afirma Francisco Rico— resulta indirecta y descarnadamente autobiográfica.
"A diferencia de la actual poesía de la experiencia y sin quitarle valor, sus poemas no fueron circunstanciales; fueron experiencias reposadas como el buen vino con el tiempo", dijo Miguel Dalmau en una entrevista que Rosa Mora le hizo en El País el 7 de noviembre de 2004. Una de las cosas que da a conocer Dalmau es que la iniciación del poeta en la homosexualidad había empezado a los tres años, "edad en que una persona mayor lo utilizaba para sus prácticas sexuales". De ahí tal vez el hecho de que haya tenido una sexualidad desesperada, transgresora, urgente, no demasiado distinta a la de Pier Paolo Pasolini.
Su obra fue breve, como la de Rulfo, y el conjunto de sus poemas cabe en un libro de menos de 200 páginas. Otro escritor breve por su afición a los textos cortos (la mayoría de sus cuentos no exceden las veinte cuartillas), aunque no por su bibliografía (que no es escasa) se llamó Jorge Luis Borges.
Y de él acaba de aparecer en Inglaterra otra biografía: Borges: A Life, de Edwin Williamson, hispanista que da clases en la Universidad de Oxford. En un fragmento recientemente publicado por El Ángel (Reforma, 7 de noviembre) el investigador inglés, luego de nueve años de investigación, rescata aspectos desconocidos del joven Borges, especialmente el que tiene que ver con un episodio amoroso, el de su relación interrumpida con la poeta Norah Lange. Perder a Norah no sólo fue una tragedia para Borges: también fue una humillación porque el corazón de la poeta optó por otro destinatario, Oliverio Girondo, respecto al cual Borges desde tiempo atrás no sentía la menor simpatía y además se le consideraba su rival en literatura.
El profesor Williamson se propone hacer ver, según la reseña de Jaime Reyes Rodríguez en ese mismo suplemento del diario Reforma, que "la vida de Borges fue el caldo de cultivo de una obra genial".
Una de las aseveraciones de Borges que trae a cuento Reyes Rodríguez se refieren al fondo autobiográfico implícito:
"Los cuentos tratan de mí mismo, de mis experiencias personales.[…] Cuando escribo, lo hago por medio de símbolos. Nunca me confieso directamente. La gente supone que esa álgebra corresponde a una frialdad interior, pero no es así, sino todo lo contrario."
Luego entonces, de la nada se escribe. ¿Cómo ignorar la propia vida, y el propio personaje que va siendo uno con el paso del tiempo, y sus renovadas máscaras naturales, si uno mismo es la materia de sus sueños y no podría ser de otra manera?

* * *

Post scriptum:
"Muy bueno, pero no estoy de acuerdo", dice Arturo Cantú.
"Tratas a puros autores menores. Los grandes, Góngora, Sor Juana, Gorostiza, Cervantes, Tolstoi, etcétera, pueden o no tener biografía. En realidad, da igual. Y tal vez ésa sea la medida de si un escritor es grande: que la biografía no importe.
"Faulkner, por ejemplo, es pequeño. Su obra es más bien su biografía. Por ello Rulfo, que todo lo sabía, dice que en su obra no hay biografía. Y no la hay. Tú inventas."

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